viernes, 22 de mayo de 2009

BARRAS BRAVAS

Por: Miller Carlos Pinto

Las Barras Bravas en Colombia, surgen a razón de la difícil problemática que se presenta en los escenarios deportivos del país, en sus alrededores, en el entorno de la juventud del porque el fanatismo y la violencia por un escudo, color o camiseta. Es un tema bastante importante para la sociedad y es de gran interés conocer el porque de estas acciones desde diferentes puntos de vista.

Claramente observamos en el día un número sin fin de casos que van desde una simple escritura en la pared de un barrio al terrible caso de asesinato de una persona por el simple hecho de ser seguidor y portar indumentaria de un equipo de fútbol.

El fútbol comenzó siendo un deporte espectáculo, en el cual la congregación de las personas era para tener un rato de esparcimiento con amigos y familiares. Aunque la rivalidad entre los equipos siempre ha existido, ésta no se presentaba en las tribunas y eran antes los hinchas quienes se encargaban de exigir un espectáculo en el cual el juego limpio y la fiesta fueran la esencia de cualquier encuentro.

Las barras nacen de una cultura juvenil, en donde lo que se busca es la pertenencia a un grupo determinado que compartan los mismos gustos, y que vemos caracterizadas por producir diversos incidentes violentos, dentro y fuera del estadio. Ahora bien, la historia de las barras bravas, se ha relacionado con el alcohol y las drogas, aunque no siempre es así, ya que si miramos la sociedad actual, en realidad encontramos que la juventud en general se relaciona con esas dos variables.


Para dar un entendimiento de que en nuestro país las barras bravas son la copia de lo que sucede en otros países, como primer y mas grande ejemplo veremos las de Argentina, en nuestro país las barras son conformadas por jóvenes entre los 13 y 26 años, ya que son muy recientes. En otros países, en las barras bravas hay personas de 50 y más años, ya que es una tradición más arraigada y el fanatismo es mayor.

Argentina es considerado como el país precursor de las barras bravas, aquellas que con cánticos y banderas, no paran de animar a sus equipos durante noventa minutos, sin embargo, la pasión desenfrenada ha llevado a los hinchas a participar más allá de la simple observación, desembocándose después de cada encuentro con aquellos que piensan que son sus enemigos "a muerte", por el sólo hecho de llevar una camisa diferente. En los últimos años el enfrentamiento en las calles de barras bravas ha generado un problema de orden público para la policía, ya que dejaron crecer sin control grupos que son dirigidos por los llamados "capos".


En nuestro país el problema es más reciente y las barras se han convertido en el desahogo para muchos jóvenes apasionados por el fútbol, sin embargo las barras colombianas pueden ser controladas, sin necesidad del abuso de autoridad por parte de la policía. No podemos negar que hay un fanatismo, este siempre ha existido, lo que se debe evitar es que el hincha lo demuestre por medio de la violencia.


Generalmente las barras bravas, utilizan banderas (denominadas trapos) y diferentes instrumentos musicales. Estas también se caracterizan por ubicarse en las tribunas populares, aquellas que frecuentemente carecen de asientos y donde los espectadores deben ver el partido de pie.

Es decir que en Colombia todavía podemos encontrar las causas de ese rencor y rabia reprimidos entre estos hinchas, en primer lugar, se presenta una situación social, en donde un núcleo familiar violento genera más violencia, en segundo lugar, un factor económico que hace que el hincha desahogue sus problemas en un estadio de fútbol y en tercer lugar, una carencia de educación en el comportamiento.

La tendencia de barras bravas nace en Colombia en los años 90 cuando nace la rivalidad entre hinchas de Medellín, Cali y Bogotá. Al igual que en los estadios del mundo, en Colombia las tribunas se llenaron de alegría, porque las personas aprendieron a ver el colorido de las tribunas de los otros equipos europeos o argentinos, unas veces porque la hinchada acompaño a sus equipos a dichos lugares, otras veces por lo que se veía por televisión, en el también globalizado mundo de las comunicaciones. En Colombia se pasa de una manera pasiva de ver el fútbol, a una forma activa y diferente, ya que estos jóvenes durante todo el partido se dedican a saltar y a cantar a ritmo de tambores, palmas y señales, empleando gestos con las manos y cuerpo en general. Personas de todos los estratos sociales y económicos de la ciudad, unidos solo por una insignia, un color, una pasión, una razón y un sentimiento, para ver y disfrutar los encuentros futboleros. En Colombia las ciudades empiezan a llenarse de graffittis y simbología entre barras, la cultura de la camiseta o insignia de la escuadra futbolera preferida o de la región, adquieren estatus. Las banderas inundan los escenarios deportivos y se dá un relevo generacional al interior del estadio. El hincha de cojín y familia con niños en brazos, desaparece de las tribunas en los estadios Colombianos, dando paso al nuevo hincha del fútbol, es decir el joven de arete, piercing, tatuaje, torso desnudo y colorido. El estadio se inunda de alegría, droga, alcohol, impunidad, saltos y gritos. El poder se convierte en lo esencial, y el respaldo al equipo se torna en lo más importante para la vida de muchos jóvenes que no teniendo nada importante en sus vidas, convierten a su equipo de fútbol, en su más preciado tesoro. Es decir, se fue creando una nueva identidad nacional, una cultura del fútbol espectáculo. La simbología cambió, y el imaginario individual y colectivo de los nuevos hinchas del fútbol llenó todos los rincones del territorio nacional. La rivalidad entre las escuadras futboleras no se hizo esperar y la violencia al interior de los estadios se volvió una situación cotidiana.

Existen varios mundos cuando un balón de fútbol, se echa a correr en cualquier estadio del planeta. Son muchos los intereses que se "patean" en un encuentro de 90 minutos. El fútbol se vive adentro y fuera de los estadios. Las “barras bravas” podrían considerarse como un superlativo de las barras, sin embargo su desarrollo y dinámica dentro del fútbol y la tribuna como tal, difiere enormemente del buen espectáculo. Las barras están altamente ligadas a procesos económicos y políticos de los países y de sus equipos, sin embargo en el caso colombiano, se les rotuló como “barras bravas” dado su estilo particular de apoyar los equipos.

Una cosa es la razón y otra la pasión, pero en el fútbol, además de once contra once, se enfrentan igualmente imaginarios individuales y colectivos que producen en los hinchas y en las masas, transformaciones inesperadas. Colombia no es la excepción. En el fútbol, todo además de razón es pasión; el hincha, la jugada, la narración, el gol, la carrera futbolística de los jugadores como actores principales, la familia, los costos del espectáculo, la publicidad, la fuerza pública, las barras en la tribuna, la celebración del gol, la euforia, el alcohol, la droga, las banderas, las camisetas, la gorra, el tambor, los costos de los jugadores y los costos de las transmisiones de los partidos por televisión, entre otros factores.

Para el caso Colombiano, algunas características que están identificando el nuevo tipo de fútbol espectáculo, se pueden resumir así: aficionados que encuentran en el estadio el lugar natural de la brutalidad, el mal trato y el irrespeto; el periodista y el comentarista deportivo con su pasión e intereses económicos; las expresiones verbales de barras, técnicos, directivos y aficionados; la simbología y logística utilizada en el espectáculo por jugadores y aficionados; el apasionado hincha promotor de modelos foráneos, la valoración exagerada y descalificadora de los hechos por unos y otros; y finalmente y lo más lamentable, el reflejo de la sociedad violenta, excluyente y limitadora que envuelve a Colombia, que fruto de sus múltiples desigualdades, ha socavado finalmente el sentimiento del hincha, generándole resentimientos sociales y culturales, que son infortunadamente trasladados al fútbol.

Todos estos sentimientos cambiaran cuando el hincha vuelva a entender que el fútbol es una pasión que no tiene por que compararse con violencia, y que desde el núcleo familiar y social adoptemos políticas de sana convivencia, para que nosotros y nuestros hijos podamos asistir nuevamente en paz a los estadios tal y como lo hacían nuestros padres.


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